Tu Terapia

Hace más de 3500 años, Moisés vivió en una época de gran adversidad. En medio de la esclavitud y la lepra social, donde el tiempo promedio de vida apenas alcanzaba los 35 años, su vida estuvo marcada por una serie de desafíos. A la edad de 40 años, descubrió que no era de la nobleza, sino parte de los esclavos, lo que lo llevó a huir, perdiendo todo lo que tenía.Moisés se convirtió en un pastor de ovejas y durante su exilio, experimentó un momento transformador.
          En un encuentro impactante, vio una zarza ardiente, y en medio de las llamas, se presentó un ser divino. Moisés expresó sus dudas sobre si la gente creería en él debido a su pasado, pero el ser divino le reveló su nombre como «Yo Soy» y prometió mostrar su poder a través de la vida de Moisés.
          Para respaldar sus palabras, el ser divino realizó milagros ante Moisés, convirtiendo una vara en una serpiente y manifestando una enfermedad en su mano que luego sanó. A pesar de estos signos, Moisés dudaba de su capacidad para hablar en público y expresó su falta de confianza en sus habilidades de comunicación.
         Finalmente, Moisés le pidió a Dios que enviara a alguien más en su lugar, resistiendo su llamado inicial para liderar a su pueblo. Esta historia ilustra el viaje de Moisés desde la adversidad y la autoduda hacia su papel como líder fundamental en la historia de la liberación del pueblo hebreo.

El sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas.
Salmos 147:3

Dios está siempre a nuestro lado durante todo nuestro proceso. Comienza a sanarnos cuando respondemos afirmativamente a su llamado. Nos ha llamado del reino de las tinieblas al reino de la luz.
         Cuando empezamos a servir a Dios con lo que tenemos y nos entregamos a Su voluntad, comenzamos a experimentar su amor y poder sanador en nuestras vidas. A medida que caminamos en la fe, Dios nos guía y nos transforma, llevándonos de la oscuridad a la luz. Recordemos que el primer paso en este camino es decir «Sí» a su llamado, confiando en que Él estará con nosotros en cada paso del camino.

Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú. 
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. 
Isaias  43:1 y 2

A lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
2da Tesalonicenses 2:14

Es fundamental reconocer que Jesucristo no solo es nuestro Salvador, sino también nuestro Señor. Al limitarnos a considerarlo únicamente como un salvador, corremos el riesgo de cometer errores repetidamente sin consecuencias. La verdadera perspectiva implica que Jesús no solo nos rescata del pecado, sino que también guía y gobierna nuestras vidas.
         Él nos llama a asumir un papel activo en nuestra generación y en nuestros hogares. Moisés y Josué, por ejemplo, lideraron al pueblo de Dios, incluso cuando se enfrentaban a desafíos y conflictos. Dios les recordó que a pesar de las aparentes batallas y problemas por delante, Él estaría con ellos y les daría la victoria.
         Así que, incluso cuando enfrentes dificultades, mantente firme y sigue adelante, porque Dios estará a tu lado, fortaleciéndote y asegurando la victoria en tu camino.

Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien. 
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas. 
Josue  1:8-9

Señor se les llamaba a los altos jefes. Solo los verdaderos guerreros se forjan en medio de la batalla. Tú estás siendo moldeado y preparado como un guerrero para librar las batallas que se te presenten.

Ser un guerrero implica tener coraje. El coraje no se trata de tener fuerzas para continuar, sino de seguir adelante incluso cuando sientes que te faltan las fuerzas. Para alcanzar la victoria, no debes soltar la espada, que es la Biblia, tu arma espiritual.

Recuerda la historia de Eliasar, uno de los valientes de David, quien se quedó solo luchando contra los filisteos y perdió su escudo. De manera similar, en la vida, a veces podemos sentir que hemos perdido nuestra protección o apoyo, pero nunca debemos soltar la espada de la Palabra de Dios. Incluso cuando sientas que has agotado tus fuerzas, Dios te dará la fortaleza necesaria para la victoria.

El Dr. Bruce Lipton, un científico de la genética y neurociencia, ha descubierto que los genes también llevan los códigos de nuestros ancestros. Esto explica por qué a menudo heredamos actitudes y comportamientos de generaciones anteriores. Sin embargo, en Cristo, también heredamos la genética de Dios, lo que significa que siempre podemos experimentar su sanación y restauración. Esta es la genética divina que nos impulsa hacia adelante.

Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.. 
Isaias 55:11

El Dr. Ben Helinder, un experto en neurociencia, realizó un estudio que llegó a una conclusión impactante, la cual fue ampliamente aceptada en todo el mundo. Su investigación se centró en la terapia del perdón, y llegó a la tesis de que cuando un padre reconoce sus errores y se disculpa, ocurre algo que va más allá de lo natural. El simple acto de acercarse y pedir perdón, tanto a sí mismo como a otros, desencadena un proceso casi sobrenatural.

Es por esta razón que Dios nos exhorta a perdonar. Perdonar a quienes nos han herido, estafado o hablado mal de nosotros. Cuando perdonamos, comenzamos a experimentar la liberación y la sanación. El perdón nos permite soltar las cargas del pasado y encontrar la libertad emocional y espiritual que Dios desea para nosotros.

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 
2da de Corintios 12:9

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